Las flores del cerezo japonesas son flores conocidas en
Japón como "sakura". Con el inicio de la primavera japonesa, el
sakura o cerezo brinda cada año un verdadero espectáculo de cuento. Tras
superar el duro invierno, este árbol comienza a llenarse de pequeñas flores que
adornan las calles y parques de Japón con una mezcla de colores blancos y rosas
que es imposible que pase inadvertida.
Los meses de floración varían dependiendo de la geografía
de la isla, pero durante fines de marzo y principios de abril es donde el
fenómeno se manifiesta en el centro del archipiélago.
Aunque no son autóctonas únicamente en Japón, en este país
se veneran con recepciones solemnes denominadas Hanami, las cuales simbolizan
el augurio de buena fortuna, el emblema del amor y afecto y representan una
metáfora perdurable de la naturaleza fugaz de la mortalidad.
El Hanami invita a reflexionar sobre lo efímera que es la
vida, sobre lo bella, delicada y pasajera que es y la importancia de
disfrutarla hasta el último segundo. Por ello, existen empresas dedicadas a
organizar excursiones en donde las personas se juntan para reflexionar sobre la
naturaleza efímera de la vida y la mortalidad, debido a que la vida útil de las
flores de cerezos es corta. Este concepto se une a los ideales budistas
relacionados con la naturaleza de la vida.
La cultura samurái de Japón también admiraba mucho a esta
flor ya se consideraba que estos guerreros (al igual que las flores de los
cerezos), tenían una vida corta y además, porque se creía que la flor representaba
las gotas de sangre.
Los samuráis esperaban morir mientras mantenía su
esplendor, en la batalla, y no por envejecer, igual que la flor del cerezo cae
del árbol antes de marchitarse empujada por el viento. La leyenda cuenta que, en
un principio, las sakuras sólo eran blancas. Pero el seppuku (suicidio ritual para
evitar la deshonra) que un samurái o un miembro de su familia cometía, y que solía
realizarse delante de un cerezo, motivaron que las flores del cerezo comenzaran
a tornarse rosadas, debido a la sangre que absorbía el árbol.
El simbolismo general de la flor del cerezo ha trascendido
de manera interesante en otros significados arraigados:
Símbolo de esperanza.
La temporada de las flores de cerezos se superpone al
calendario y al año fiscal en Japón, lo cual marca nuevos comienzos (es decir,
el primer día de escuela de un niño o el primer día de trabajo en un nuevo
empleo). La exuberancia e intensidad de la flor de cerezo, por lo tanto, otorga
la posibilidad de tener esperanza e ilusión de que llegaran cosas mejores así
como la posibilidad de observar el futuro con entusiasmo y optimismo.
Símbolo de humanidad.
La época de floración de las flores de cerezos es breve,
lo que resulta en la belleza instantánea y la muerte inmediata de la flor. Por
lo tanto, dentro de la cultura japonesa, son un recordatorio de la humanidad y
de la mortalidad ya que, al igual que las flores de cerezos, la vida del ser
humano puede finalizar en cualquier momento. La condición humana es
representada a través de la flor de cerezo y constituye una advertencia a las
personas de que la vida es muy corta como para desperdiciarla y que las
personas deberían vivir su vida al máximo.
Es tan importante la relación de esta flor con el pueblo
japonés, que es usual ver su imagen en puertas de templos, pinturas, telas de
kimonos, ropa casual y cualquier manifestación gráfica. La flor también es
usada para la elaboración de infusiones, licores, chocolates y en gastronomía. Por supuesto, la industria de la
cosmética no se podía quedar atrás, ofreciendo una diversidad de cremas,
perfumes y cientos de productos que rescatan la exclusiva fragancia de esta flor.
En la actualidad, la flor representa inocencia,
simplicidad y primavera. Y la creencia de que la naturaleza de la vida es
transitoria, considerando muy inteligente no apegarse a nada porque con el
tiempo pasará.
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