Los jardines Zen están formados por distintos elementos naturales (principalmente arena fina, piedras pulidas y cristales de cuarzo, pero también velas o conchas marinas), dispuestos cuidadosamente, proporcionando armonía, tranquilidad y calma en el ambiente. Estos pequeños jardines realzan la belleza de sus alrededores que hacen hincapié en la concepción idealizada de estilo y diseño japonés y sus elementos, en su mayoría empleados en la arquitectura del paisaje japonés.
La ausencia de cualquier riqueza material y su composición, a base de elementos muy simples, es el perfecto reflejo de la filosofía Zen, que predica máxima austeridad y sobriedad. Están concebidos para inspirar vitalidad, serenidad y favorecer la meditación (eso es lo que significa Zen en sánscrito).
El jardín puede
convertirse en un espacio de cambio permanente donde se pueden añadir o
retirar elementos, recolocar las piedras, alisar determinadas zonas o
trazar nuevos surcos, dejando que nuestro espíritu se exprese
libremente. Los dibujos formados rastrillando la arena estimulan la creatividad personal, funcionando siempre como un método de relajación. Una vez colocados los diferentes elementos,
el jardín es una obra para la contemplación.
Desde
su aparición, los jardines Zen se concibieron como una representación
del cosmos. Una miniaturización donde las piedras representan las
montañas, la arena la inmensidad del océano y un trozo de musgo un
bosque frondoso. Además, para los japoneses también representan buena
parte de su historia y están estrechamente relacionados con su
desarrollo espiritual. En Occidente todavía no son muy conocidos y
están considerados como una fórmula eficaz para combatir el estrés y el
ritmo acelerado de la vida.
Estos jardines llegaron a Japón sobre el siglo XIII, junto al
budismo Zen que se extendía en muchas direcciones desde China. Esta
doctrina predicaba una vida austera y largos periodos de meditación
para clarificar la mente y conseguir un apacible estado de armonía. Esta
filosofía se fundió con los principios de estética japoneses y su amor
por la naturaleza, manifestándose en muchas de las artes niponas.
El Zen se popularizó durante el periodo de los samuráis, como una disciplina indispensable para elegir correctamente el camino más adecuado en los momentos difíciles. Fueron en los templos, donde primeramente se colocaron los primeros jardines Zen, lugar por excelencia donde se practicaba la meditación.
El Zen se popularizó durante el periodo de los samuráis, como una disciplina indispensable para elegir correctamente el camino más adecuado en los momentos difíciles. Fueron en los templos, donde primeramente se colocaron los primeros jardines Zen, lugar por excelencia donde se practicaba la meditación.
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